3 ene 2011

La cultura obrera según Engels

A los que hayáis leído "¿La cultura de masas es realmente libre?, me gustaría recomendaros que leyeráis también unos fragmentos que he escogido de un libro interesantísimo de F. Engels: "La situación de la clase obrera en Inglaterra".

En este libro, Engels describe con todo lujo de detalles las condiciones de vida y de trabajo de los obreros y obreras ingleses, pero no sólo eso. En la escuela nos enseñaron a ver este libro desde esta única perspectiva pero si lo leéis (cosa que os recomiendo) Engels nos enseña mucho más de la idiosincrasia del proletariado inglés de mediados del siglo XIX. Engels nos habla de algo que pasa totalmente desapercibido (y no por casualidad) en los programas "educativos" actuales: la cultura obrera.

En la escuela nos han convencido de que la clase obrera no tenía, no tiene, cultura propia. Que ésta le viene siempre de arriba, que la recibe de forma pasiva y en forma degradada de las "clases cultas". Engels desmiente todas estas ideas falsas. Los obreros gozaban en su tiempo de un interés por la cultura mucho mayor de lo que nos pensamos. La cultura obrera estaba muy activa y los obreros conscientes (los socialistas, los cartistas) se desvivían por conservarla y acrecentarla, y esto era fuente de gran preocupación para la burguesía, que hizo todo lo que pudo para impedir que los obreros se instruyeran y se independizaran del control que ejercía la Iglesia (las diferentes iglesias en el caso de Inglaterra) sobre la escuela.

En fin, me callo y os dejo con Engels:

"En el informe de la Children's Employment Commission millares de pruebas atestiguan (...) que ni los cursos diarios ni los dominicales [impartidos por las diferentes sectas religiosas inglesas] responden en absoluto a las necesidades de la nación. Ese informe ofrece pruebas de la ignorancia que reina entre la clase trabajadora inglesa y que no se esperaría ni en países como España o Italia. Pero ello no podría ser de otro modo; la burguesía tiene poco que esperar, pero mucho que temer de la formación intelectual del obrero. En su presupuesto colosal de 55 millones de libras esterlinas, el gobierno ha asignado la ínfima suma de 40.000 libras esterlinas para la instrucción pública; y, de no ser por el fanatismo de las sectas religiosas, cuyas fechorías son tan importantes como las mejoras que aporta aquí y allá, los medios de instrucción serían todavía más miserables.

En efecto, la iglesia anglicana funda sus National Schools, y cada secta sus escuelas, con la única intención de conservar en su seno a los niños de sus fieles, y si es posible raptar de vez en cuando una pobre alma infantil a otras sectas. La consecuencia de ello no es sino la religión, y precisamente el aspecto más estéril de la religión: la polémica es elevada a la dignidad de disciplina por excelencia, y la memoria de los niños es atiborrada con dogmas incomprensibles y con distinciones teológicas; lo antes posible se estimula en el niño el odio sectario y la santurronería fanática, mientras que toda formación racional, intelectual y moral es vergonzosamente descuidada. Repetidas veces los obreros han exigido del parlamento una instrucción pública puramente laica, dejando la religión a los curas de las diferentes sectas, pero todavía ningún gobierno les ha concedido tal cosa."

Págs. 175-176.

"Afortunadamente, las condiciones en que esa clase vive le dan una cultura práctica, que no solamente sustituye el fárrago escolar, sino que anula los efectos perniciosos de las ideas religiosas confusas de que está compuesto, y que incluso sitúa a los trabajadores a la cabeza del movimiento nacional en Inglaterra. La miseria enseña al hombre a defenderse, y lo que es más importante, a pensar y a obrar. El trabajador inglés que sabe apenas leer y todavía menos escribir, sabe muy bien sin embargo cuál es su propio interés y el de toda la nación; sabe asimismo cuál es el interés muy particular de la burguesía, y lo que tiene derecho a esperar de esa burguesía. Si no sabe escribir, sabe hablar, y hablar en público; si no sabe contar, sabe lo bastante sin embargo para hacer, sobre la base de nociones de economía política, los cálculos necesarios para atravesar de parte a parte y refutar a un burgués partidario de la abolición de la ley de granos; si a pesar del trabajo que se toman los curas, las cuestiones celestes siguen siendo para él muy oscuras, le resultan muy claras las cuestiones terrestres, políticas y sociales."

Págs. 178-179.

Las diferentes fracciones de obreros (...) han creado por sus propios medios un gran número de escuelas y de salas de lecturas para elevar el nivel intelectual del pueblo. Cada institución socialista y casi cada institución cartista posee un establecimiento de ese género, y numerosos sindicatos siguen igualmente ese ejemplo. Se imparte a los niños una educación verdaderamente proletaria, exenta de todas las influencias burguesas, y en las salas de lectura se hallan casi exclusivamente periódicos y libros proletarios. Esos establecimientos representan un peligro muy grave para la burguesía, que ha logrado sustraer cierto número de institutos de ese género (...) a la influencia del proletariado y transformarlos en instrumentos destinados a extender entre los obreros los conocimientos útiles a la burguesía.”

En ellos se estudian las ciencias de la naturaleza que distraen a los obreros de su lucha contra la burguesía, y pueden proporcionarles los medios de hacer descubrimientos que producirán dinero a los burgueses -mientras que el conocimiento de la naturaleza en realidad no tiene actualmente ninguna utilidad para el obrero, porque con frecuencia ni siquiera tiene ocasión de ver la naturaleza en la gran ciudad donde vive, ya que es esclavo de su trabajo. Se predica asimismo la economía política, cuyo ídolo es la libre competencia, de donde resulta solamente que, para el obrero, no hay nada más razonable que dejarse morir de hambre con tranquila resignación. Toda la educación que se imparte tiende a hacerlo dócil, flexible, servil con respecto a la política y a la religión reinantes, de modo que para el obrero no es más que una continua exhortación a la obediencia tranquila, a la pasividad y a la sumisión a su destino. Naturalmente, la masa de los obreros no quiere saber nada de esos institutos, y se dirige a las salas de lectura proletarias (...)

Con frecuencia he oído a trabajadores harapientos hablar de geología, de astronomía y de otras cosas con más conocimiento de esas materias que muchos burgueses alemanes cultos. Y lo que muestra hasta qué punto el proletariado ha sabido adquirir una cultura propia, es que las obras modernas que hacen época en filosofía, en política y en poesía son leídas casi únicamente por obreros. El burgués, criado servil del régimen social existente y de los prejuicios que el mismo implica, se asusta y se persigna ante todo lo que es susceptible de constituir un progreso. El proletario mantiene los ojos abiertos ante esos progresos y los estudia con placer y éxito. A este respecto, los socialistas sobre todo han aportado una contribución inconmensurable a la cultura del proletariado; ellos han traducido las obras de los materialistas franceses: Helvetius, Holbach, Diderot, etc., y las han difundido en ediciones económicas al lado de las mejores obras inglesas. La Vida de Jesús, de Strauss, y La Propiedad, de Proudhon, se han divulgado igualmente sólo entre el proletariado. Shelley, el genial y profético Shelley, y Byron, con su ardor sensual y su sátira amarga de la sociedad existente, cuentan entre los obreros su público más numeroso; los burgueses no poseen sino ediciones castradas, las family editions, que se han adaptado al gusto de la moral hipócrita del día. Los dos más grandes filósofos prácticos de los últimos tiempos, Bentham y Godwin, son asimismo, sobre todo este último, la propiedad casi exclusiva del proletariado; aunque Bentham también ha hecho escuela entre la burguesía radical, únicamente el proletariado y los socialistas han logrado derivar una enseñanza progresista de su doctrina. Sobre esas bases el proletariado se ha formado una literatura propia, compuesta sobre todo de folletos y de periódicos cuyo valor supera con mucho a toda la literatura burguesa."

Págs. 327-328.

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