21 ene 2013

La lucha por la democracia, ayer y hoy

Es un lugar común decir que el marxismo es una ideología antidemocrática, que reniega de todo lo que significa esta palabra. Quienes piensan tal cosa se basan en lo que la versión más vulgar de esta ideología decía de la democracia: ésta es poco más que un invento de la burguesía para mantenerse en el poder en los países capitalistas más desarrollados, una mera pantalla que encubre la dominación de una clase sobre otra.

Pero nada puede estar más lejos de la realidad, si nos atenemos a los textos de los fundadores del marxismo, para quienes la conquista de la democracia, no sólo era una condición ineludible para alcanzar el socialismo, sino que ellos mismos se hallaban involucrados personalmente en dicha lucha (Marx y Engels fueron fundadores de la Sociedad de Demócratas Fraternos en 1845), hasta el punto de interesarse por todo lo que oliera a democracia, ya fuera en el Viejo o en el Nuevo Mundo.

Deseo rescatar un texto del joven Engels, publicado en La Réforme, el 22 de noviembre de 1847, porque viene muy a propósito de lo que acabo de decir, y porque tiene muchos paralelismos con la actualidad política. Por aquel entonces el movimiento obrero inglés se hallaba inmerso en la lucha por una verdadera democracia, al exigir una reforma del parlamento que permitiera la entrada en el mismo de representantes de los trabajadores. La Cámara de los Comunes (igual que sucede ahora con los parlamentos actuales) era un órgano al servicio de la clase dominante, no un lugar de expresión de la soberanía nacional. El cartismo pedía (como hace ahora el 15M y, antes de éste, la izquierda transformadora) que todos los votos valieran lo mismo, que los diputados cobraran un sueldo para que cualquiera pudiera participar en política (una conquista que la derecha de este país quiere eliminar) y que el voto fuera universal (exceptuando a las mujeres, por desgracia), directo y secreto.

Al igual que entonces, también ahora los portavoces de la clase en el poder alegan que la soberanía reside en el parlamento y no en el pueblo, confundiendo parlamentarismo con democracia. Al igual que entonces, quienes se atreven a alzar su voz para pedir más democracia, denunciando que las instituciones del pueblo son utilizadas en contra de éste, son tachados de antidemócratas. Al igual que entonces, la burguesía utiliza las instituciones para hacer y deshacer a su antojo, en su propio beneficio y, para colmo de males, en nombre del pueblo.

No deja de ser denunciable que cierta izquierda haya acabado por interiorizar su discurso. No deja de ser paradójico que algunos diputados y diputadas de partidos de izquierda vieran con malos ojos que una parte significativa del pueblo se pusiera en marcha para reclamar lo que le pertenece por derecho: la soberanía. Por mucho que se reconozca el sufragio universal, por mucho que exista pluralidad de partidos, si luego (por las razones que sea) los parlamentos no legislan en favor de la mayoría del pueblo (del 99%), no puede decirse que haya verdadera democracia. Entonces, y hoy, la clave de la cuestión sigue siendo ésta, y no otra.

Citando las palabras de los cartistas, Engels no parece sino que habla de lo que está sucediendo ahora mismo:

"En pocos días (..) se congregará una cámara que osa calificarse abiertamente frente al pueblo de Cámara de los Comunes de Inglaterra. Dentro de pocos días, ésa cámara, elegida por una única clase de la sociedad, asumirá su labor ilegítima y repugnante, con el fin de consolidar los intereses precisamente de esa clase, en detrimento del pueblo.

Desde un comienzo, el pueblo debe elevar masivamente su protesta contra la circunstancia de que esta cámara haya usurpado y ejerza actualmente el poder legislativo. Vosotros, cartistas del Reino Unidos, tenéis todas las posibilidades para ello; es vuestro deber aprovecharlas. Por ello os sometemos una nueva petición nacional en pro de la Carta del Pueblo. Poned vuestras firmas por millones (..) para la restitución de la soberanía nacional de que ha sido despojado el pueblo desde hace siglos."





Por cierto que igual que entonces, también hoy existen personas en los parlamentos que representan genuinamente la soberanía popular, pero son una minoría, que apenas puede alzar la voz, que no pueden por sí solas romper con la tónica general, que nos condena a todos a sufrir un régimen cada vez más opresivo y oligárquico. Al igual que entonces, no basta con que la clase dominada, la inmensa mayoría del pueblo, tenga algunos representantes en los parlamentos; es una concesión que a la burguesía no molesta en absoluto, incluso le beneficia, por la legitimidad que confiere al régimen político. No puede haber democracia en los parlamentos (y esta es una lección que ha olvidado la izquierda, por desgracia, pero que ahora tiene la oportunidad de recordar y volver a poner en práctica) si ésta no se ve respaldada por una movilización constante en la calle, por una sociedad civil rica y organizada, capaz de hacer frente a oligarquías de todo tipo. Ésta es también la clave de la cuestión. Volvamos a los cartistas:

"Por cierto que hemos conquistado en la asamblea legislativa un escaño para el señor O'Connor. Los diputados democráticos hallarán en él un dirigente alerta, pleno de energía. Pero O'Connor necesita el apoyo de la presión desde afuera, y esta presión externa, esta opinión pública fuerte, que obligue a la atención, debéis crearla vosotros. Por doquier deben reorganizarse grupos de nuestra asociación, todos los ex afiliados deben volver a alistarse, en todas partes debe convocarse a mítines. En todos lados debe ponerse en el orden del día la discusión acerca de la Carta (..) Sed activos, mostrad la antigua energía inglesa, y la campaña que ahora se inicia será la más gloriosa que jamás hayamos emprendido para el triunfo de la democracia."

Pues eso, tanto ayer como hoy, hace 100 años o hace 2000, la lucha sigue siendo la misma. Nos toca a nosotras continuar.

oscar martínez (@racos1871). Creative Commons by-nc-sa.

16 ene 2013

Democracia y derecho a decidir - Entrevista a Gerardo Pisarello

Gerardo Pisarello es profesor titular de derecho constitucional de la UB y miembro de la redacción de la revista Sin Permiso. Hablamos con él del sentido original de la palabra democracia, de la oligarquización de la política y de los procesos constituyentes que se están abriendo ahora, incluyendo el derecho a decidir en Catalunya.

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