10 oct 2010

¿Y qué alternativa hay?



oscar martínez

Quienes nos situamos en el campo político de la izquierda somos muy buenos en elaborar complejas y documentadísimas críticas al sistema capitalista. Ahora bien, los problemas comienzan cuando nos hacen la pregunta: ¿y qué alternativa hay? Solemos demostrar menos aplomo entonces en nuestras ideas y, rápidamente, surge el fantasma de la desunión, la principal dificultad con que se encuentra cualquiera que desee sinceramente cambiar el mundo (para mejorarlo). Porque -no hace falta decirlo- si no somos capaces en un futuro inmediato de ponernos de acuerdo entre nosotros mismos, ¿cómo pretendemos convencer al resto de la humanidad de que tenemos razón y, no sólo eso, de que podemos efectivamente cambiar el mundo?

De una entrevista publicada en Rebelión hecha al profesor José Manuel Naredo, me gustaría destacar dos citas que vienen muy a propósito de lo que acabo de explicar. Las negritas son mías.

La primera reflexión de Naredo que me parece interesante citar es la siguiente:

"Como había intuido hace tiempo, el conformismo social generado durante la larga etapa de auge económico acabó dificultando la emergencia de alternativas y de reformas al capitalismo financiero-inmobiliario que se tambaleaba con la crisis. Por una parte, ese conformismo hizo que tuvieran escaso eco las propuestas de alternativas más radicales al sistema. Pero también cerró la puerta a las reformas que demandaba la estabilidad del propio sistema. El potpourri de medidas “urgentes” que se vinieron adoptando sobre la marcha para “salir de la crisis”, apuntan más a perpetuar el statu quo financiero-inmobiliario que la había originado que a reformarlo, lastrando así dicha “salida”. Porque no es la búsqueda de instrumentos idóneos la que marca la orientación del grueso de las medidas adoptadas, sino las presiones del neocaciquismo imperante para paliar la insolvencia de las empresas privadas con recursos públicos, abaratar salarios, prestaciones y derechos de los trabajadores."

Como vemos, la ausencia de una alternativa política que sea capaz de hacer frente al conformismo social imperante es lo que nos ha llevado hasta donde nos encontramos. Se convierte, pues, en urgentísimo construir desde ya esa alternativa.

La segunda reflexión de Naredo viene al caso, precisamente porque se refiere a las alternativas políticas radicales al sistema actual y sus dificultades para concretarse. Sorprendentemente, las palabras de Naredo entroncan con lo que estuvimos comentando estos días algunos compañeros:

"José Fariña: ¿Cómo ves la situación de los movimientos sociales alternativos en Europa (antiglobalización, decrecimiento, antisistema, etc.) relacionados con ese cambio de ciclo hacia una sociedad más "de derechas" que se observa en muchos países de la Unión Europea?

José Manuel Naredo: El conformismo antes indicado favorece la alternancia política bipartidista, que suele resultar funcional para el mantenimiento del statu quo cuando se encarga la socialdemocracia light de gestionar las crisis, como ejemplifica en Estados Unidos el triunfo del demócrata Obama para capear el temporal de la crisis, tras los reiterados gobiernos del ultra-conservador Bush en momentos de auge,… o con Rodríguez Zapatero, que ha acabado creyéndose en el deber de suplantar a la derecha afanándose en aumentar impuestos regresivos y recortar salarios y gastos sociales con empeño digno de mejor causa. Este bipartidismo trata de ningunear la existencia de una izquierda más radical en el panorama político y de un movimiento ecologista que generalmente reniega de la política partidista. Con lo cual, la protesta ejercida por estos movimientos “alternativos” tiende a diluirse sin que llegue plasmarse en propuestas alternativas ampliamente consensuadas tocantes a aspectos tan claves como la configuración y regulación del sistema financiero internacional (a esto contribuye también la falta de solvencia en los planteamientos y las desavenencias que se observan en seno de este movimiento).

¿Podrán ganar peso político estos movimientos en un futuro próximo? Algo se mueve en este sentido. Por un lado, surgen escisiones en el seno de la socialdemocracia, como la de Lafontaine en Alemania, que tratan de articular un discurso con posiciones transformadoras y éticas más marcadas. Por otro, la fundación en Francia de un Nuevo Partido Anticapitalista con vocación trasnacional, refleja el afán de superar los sectarismos y dogmatismos que a menudo han caracterizado a la izquierda radical, proponiendo un amplio frente de oposición al sistema que acoja, incluso, a corrientes ecologistas y anarquistas poco proclives a participar en los teatros habituales de la política. En este sentido apunta la coalición verde capitaneada por Cohn Bendit, que obtuvo un gran éxito en las elecciones francesas al parlamento europeo. Estos ejemplos apuntan a evitar el divorcio que se observa entre los movimientos de protesta y la mediación política, hasta ahora monopolizada por los grandes partidos que permanecen firmemente anclados a la ideología y al statu quo de poder imperantes. ¿Conseguirán estos movimientos hacer que la democracia representativa actual se haga más participativa ? No lo se, pero merece la pena intentarlo. En cualquier caso las movilizaciones sociales pueden tener éxito en sus reivindicaciones sin que sus líderes consigan, ni muchas veces pretendan, llegar al gobierno. Es lo que ha ocurrido, por ejemplo, con la moratoria nuclear que consiguió imponer en nuestro país hace tiempo el movimiento ecologista."


Es evidente, pues, que debemos trabajar en ese sentido, cosa que me congratulo en decir que ya estamos haciendo en colectivos como Roig.

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